La
injustificada iniciación ha hecho que el viaje tenga ese sabor de amargura que
da el pesado alivio en horas de sumo miedo, ¿qué tanto es lo que hay que quitar
para que la tarea de empezar sea justa y de proporciones abismales? La reunión
ha seguido como antes, el secreto es la puerta que no puedo abrir; desde lejos,
las precauciones de prestar atención son atacadas y desechas, las voces me
siguen, no puedo despertar.
La ecuación se
repite y los tambores de los números continúan tocando. Nunca sé el cambio y
eso es lo que me preocupa. La reunión es algo que no puede ocultar La Espiral,
algo que, de seguro, es un pedazo de leño encendido, un pedazo que nada tiene
que ver con lo que no tengo.
Durante
momentos el color hizo callar a mi voz. Los instantes que recuerdo, en
momentos, son de uso estricto de las Alucinaciones; las aberturas continúan y
todo, absolutamente todo, tiene que ver con lo que no pasa. Tú susurras y no
puedo evitar temblar.
Al ejecutar la
matanza interna, no olvidas quitarme cada pétalo de esperanza; la melancolía se
vuelve sádica y comienza un ataque de soledad que se convierte en un puñal y me
atraviesa.
La causa y el
saber nada valen, todo se convierte y se transforma; la valoraciones son
estampidas que atropellan y sin ellas, los sueños serían de la peor calaña. La
música es la prioridad de la reunión; una melodía sin escandalosas voces de
adolescentes, sin voces de viejos, sin voces de nadie; los instrumentos tocan
el silencio tenue.
Bajo todo el
telón, los puntos suspensivos viajan en burbujas explotan en mis ojos y en mi boca.
Las aberturas son sensaciones que la cordura hace de hilo conductor hasta el
absurdo de tus manos tratando de rescatarme en medio de toda aquella voracidad.
Es genial
acordarse de nada. Gemir y que el título salga de tu boca y se me presente como
una tesis mal dibujada. Un típico estudiante de arte y una característica
sesión de lectura con unas cuantas notas maltrechas por tus manos.
Lo que no me
queda me ataca cuando el sol muerto se ennegrece; mis Alucinaciones se dan
vuelta y nada es lo que exactamente me destierra del vínculo con la unidad.
Lo extraño
juega a la realidad relativa, me adopta como un inquilino en una hoja que
se tiñe del perpetuo daño que la reunión me causa. Tú sigues sin hacer un acto
que te haga despertar. Tal vez eso sea la opción que tengo.
PD: Otro extracto de la novela La Espiral
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