Era una pequeña melodía. Las aves no eran
testigos. Al final, cuando el último acto se inició, él, tirado en su cama,
vislumbra una secuencia de acontecimientos casi únicos. Era una verdad mediocre
y así, los inicios de las velas suceden con esa suave secuencia antes
mencionada.
Él ni siquiera pudo escuchar. Y quién puede
decir que no lo hizo. Su último suspiro fue para decir otra nota. Al ir halado
por lo negro del día, sus 35 años vuelven a los olores. No era fácil. Unas
palabras de aliento, una lluvia, una fosa. Nada, su peste era realmente la
mejor opción.
Era una pequeña melodía, sólo unas notas y ya.
En ese momento la lluvia se hace más fuerte y cerca de la entrada del
cementerio, una carroza. Era muy sencillo bajar los cuerpos y echarlos en el
hoyo. Nadie nunca lo supo, pero cuando terminé, el carruaje se detuvo, dejé el
lápiz y corrí para bajar el cadáver.
Era una pequeña melodía. Se podía escuchar en
sus dedos; el sonido de los gusanos y desde dentro, antes, mucho antes, la cal
enumera a todos sus vecinos. Común era su nombre y bajo las gotas que la
sinfonía compone, soy quien lo tira al fondo, una de las manos, una situación,
una coincidencia.
Días después, al tratar de hacer que las notas
coordinaran en el piano, supe de quién
era ese cuerpo que tiré. La fatiga me dobla y allí, antes de mencionar su
nombre, caigo con el lápiz en la mano; escucho mi pequeña melodía.
Todos temen, la melodía de gatos negros, los
cuervos están en notas altas, nadie quiere cruzarse con ellos. El rumor corre
por las calles. Ningún lugar sirve; las notas suenan en las ramas y en las
aves. Las fosas siguen abiertas y el trabajo sigue allí, tal cual.
Los sueños de una chica me persiguen, como una
sinfonía que resuena en mi cabeza; un gato negro recorre la otra parte del
espejo, ella reniega su nombre, el espejo se parte, el gato salta de pedazo en
pedazo, su sombra empieza a cubrir toda la habitación; la cuerda afina los últimos
detalles. Al acercarse a uno de los pedazos, su rostro tiene gusanos; la
presión de la sombra, el gato que sigue saltando, los gusanos que sueñan con la
cuerda; su cuello se parte, los números siguen el tic tac del reloj y la sombra
del gato cubre toda la habitación.
Al detallar el sueño, pienso en las tantas
chicas que he tirado a las fosas, todas se cruzaron con los gatos, con los
cuervos, pero qué puedo decir; calla, no puedo contarte; no hay un lugar bien
determinado; no, no me veas, tú lees y yo me desayuno con gusanos; no, no es
verdad, sigo acá, medicina y pájaros y melodías no funcionan, el personaje debe
irse de viaje, inventar otra muerte, despertar entre el ojo del tigre y la
fragancia que la tinta me regala; no, no grites otra vez; no leas; no, no me
veas; la pasión continúa entre los puestos de marcas, las pausas son exactas,
la música suena y la sociedad de hormigas tiene nueva reina; todo es real, me
lo recuerda la carta que todavía cuelga en la pared, trato de verla siempre;
hago caso al estirar de dedos, a la secuencia de tramos y a la irritación de
ojos; otra vez la puerta, otras 3 hojas, nada cambia; sustraer los números me
elimina poco a poco, me pone cerca de la fosa, cerca de la carta; todo es real,
me lo repito siempre. La carta es de Mozart, tiene la peste; no, no es de él,
es mía; no, no puede ser; sí, si lo es; calla, ni siquiera lo conociste, él me
escribe siempre; no, no es cierto, él ha muerto, lleva siglos muerto; no, eres
un mentiroso, las 15 hojas que llevo son para él; que iluso, por eso siempre
estarás aquí, hablando conmigo, detrás del espejo.
Era un pequeña melodía, una verdad que me
abstrae, me envuelve entre las notas, el andar de los gatos y la sinfonía que
la tarde trae consigo; las fosas que cavo, el lápiz sigue todo el desarrollo;
los ojos del tigre en el agua; las flores muertas, los gusanos; despierta, no,
no puedo, otro sueño, la peste cubre las ratas, nadie puede tocarlas; aquí
siempre hay ratas; no, no me lo digas; las aves llevan la sinfonía, lo gatos lo
saben, ellos son asesinos seriales; son el mismo gato; el muñeco; no idiota; no
me insultes; era Mozart lo sé, la pequeña melodía; los gusanos sueñan conmigo,
con la peste, con los cuerpos.
Una cuantas cucharas y la medicina hará
efecto; la campaña de gatos, la aves que se posan en la cerca, me hablan, me
susurran los miedos; todo resuena detrás del espejo; la pasión de la flores
muertas, los ojos del tigre en el agua de la mañana; sigues sin entender; no,
no sigas; es perfecto, debes hacerlo; no puedo irme contigo; vamos es sólo un
paso, un pequeño instante; el sonido me da miedo; es la pequeña melodía, eso es
todo; no es mía; ve tu mano, la escribes, igual que todo lo demás; no, no es
cierto, es una carta para él; él ha muerto, lleva siglos muerto; no, no te
creo.
Era una pequeña melodía, la pausa de unas
notas, la cuerda que se amarra sola; los cuadros saltan de gato en gato, las
notas de ave en ave; las chicas llegan y otra vez, la fosa; reducir el miedo,
convertirlo en la medicina de la noche; sacar la curvatura de los ojos del
tigre en la ondas del agua; camina; déjame quieto; debes caminar, la sinfonía
no se escribe sola; no puedo escribir más; qué dices, tienes el lápiz en la
mano; no puedo más, no puedo más; por favor tú drama de siempre; no, no digas
eso, cállate por favor, cállate; no, no puedo, soy la pequeña sinfonía, las
aves, los gatos, las chicas, el sueño, los ojos del tigre, las fosas, los
gusanos, soy en todo caso, la medicina que tomas; imposible, estas en mi
cabeza, sólo eso; porque seas paranoico no significa que nadie te persigue, soy
él, el mismo de siempre o crees qué has estado solo; no, no puede ser, soy un
sepulturero, solo eso; reniega, hazlo seguido, seguiré allí, a tu lado.
Era una pequeña melodía. Las aves cruzan
los ojos de los gatos, las notas dibujan las fosas rebosadas, las ratas,
gusanos, la peste.
No, no pude morir, el sufrimiento mayor es
saber que yo, yo fui el culpable.
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