1:11 AM
Todo se reduce
a la funesta canción que las voces ajustadas desconocen. Los síntomas
cognitivos de mi estado empobrecen a las ideas nuevas. Mi discapacidad social
llega hasta distraerme de las voces e ignorar su llamado.
1:51 AM
La lectura
pasa a ser otro vicio que ya no tengo, los Gorgojos son lo único que puedo leer.
1:59 AM
La amenaza de
las masacres internas llega. Las pausas no son suficientes y las horas suprimen
vorazmente todo lo que se encuentra a su paso. Sigo el viaje; el camino cambia constantemente;
nada tiene que ver con otra cosa que no sea mi interior, nada se anula sin que
alguno de mis sentidos sufra. Al verificar el estado, los censores sensibles
son rayados por las patas de los bichos.
La seguridad,
mi seguridad, ha mutado junto con los Gorgojos, ellos cada vez son de mayor
tamaño; el viaje se hace imposible. La locura de continuar hace imprescindible
la valentía maltrecha y malsana.
Los elementos
apropiados llegan; los elementos inapropiados llegan; la siniestra hechura
deshace mi anhelo, destruye la esperanza y el afán de encontrar un lugar donde
esté cómodo para pensar y hacer blanco para los dardos.
La
jerarquización de mis ideas es sumisa a todo lo que el viaje me entrega
poco a poco. Las desventajas y ventajas no existen; nada existe; todo es una
mentira; todo me lo he inventado y así, durante mi mentira, muchos insectos
empiezan a descuartizar esa idea firme que de pronto ya no la tengo, la olvido
para entrar en el estado de persecución interna que, desde el final, juega
conmigo a que nada tiene principio y que un siempre existe sólo en mi cabeza.
Me engaño al
recurrir a mis viejos conocimientos; junto con mi enfermedad (si es que tengo
una) las nauseas son la verdad de todas las notas, verdad que me entrega
vómitos y jugos gástricos, bañando a los insectos que cada vez parecen perros
de presas, envolviéndome como serpientes y destrozándome como un trozo de
papel.
¿En las horas
en qué no se hace nada, en qué se piensa? Los estatutos, las emisoras, la
libertad, ellos se subordinan a la demencia de los gestos ridiculizados por los
Gorgojos. La exacerbación no me lleva a nada; ese pequeño instante en que
me uno con lo demás, recaigo en las penas de las letras perdidas; letras que no
me ayudan en el viaje y que no me dicen qué hacer con los insectos.
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