Vive al ras del centro, en la Victoria. Viene por sus ganas y asesina a las mías. Se recuesta en mi pecho, se desnuda, se vuelve contra el reverso de mi corazón. Camina con el paso que los "te extraño" le han regalado. Sube a la silla, pero antes, un instante antes, me dice: te amo.
La imagen sube y la cuerda todavía tambalea en la estancia.
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